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Pablo

El pasado sábado “el abogado de la pipa”, Pablo Aguayo, se vestía por última vez la toga para comparecer en el juicio final ante el tribunal de la misericordia divina. Ha sido emplazado para celebrar un juicio rápido, después de suficientes pruebas testificales y documentales durante sus 67 años de vida esforzada. En esta ocasión subía a los estrados acompañado de su abogada preferida, la Virgen del Carmen, con el escapulario en el pecho. Al ejercer el derecho a la última palabra y rendir cuentas de los talentos recibidos, conforme a la jurisprudencia paulina habrá expresado: “He peleado el noble combate, he alcanzado la meta, he guardado la fe”; hasta oír el “Visto para sentencia”. Los más allegados sabíamos que se trataba de una buena persona. En consecuencia, un hombre que ha sido bueno y fiel, participa con completa seguridad del gozo de su Señor.

Nos conocimos por primera vez a mediados de los noventa en una nave de Torredonjimeno; mediante un procedimiento cambiario se embargaba bienes a un cliente suyo. Entonces apareció con la cachimba que le caracterizaba y su presencia solemne y ceremoniosa. Aquella actuación judicial entre abogados con intereses encontrados, constituiría el comienzo de una amistad que de forma paulatina ha madurado durante más de treinta años. Además del derecho nos unía que durante la carrera habíamos residido en el Colegio Mayor Albayzín de Granada, aunque en épocas distintas, con amigos en común. La formación que recibimos en este colegio universitario nos dejó un sello indeleble, por lo que con frecuencia recordamos a sus residentes y las añoradas tradiciones; repasábamos con orgullo cómo algunos habían alcanzado notables puestos de responsabilidad en la vida pública, debido a su prestigio profesional.

Pablo Aguayo con Javier Pereda. Hotel Xauen (Jaén)

A raíz de entonces se convirtió en costumbre las frecuentes llamadas para resolver las dudas y consultas propias de los abogados. Casi todas las semanas comentábamos el enfoque jurídico de algún asunto que nos concernía o cambiamos pareceres sobre cómo proceder en algún aspecto de deontología profesional. Era muy estudioso y trabajador de los asuntos, dominaba casi todas las disciplinas del derecho; comentábamos cómo los abogados de pueblo teníamos que llevar de todo. Colaboramos más estrechamente en algunos asuntos profesionales, debido a la amistad y confianza que profesábamos. Recuerdo las cinco sesiones de un maratoniano juicio en la Audiencia Provincial de Madrid. Durante una semana estuvimos concentrados en un hotel, para perfilar los mil detalles de cada vista diaria, después de haber estudiado más de tres mil folios, recogidos en nueve tomos. La acusación particular estaba compuesta por cuatro letrados más el ministerio fiscal. De aquellos días intensos guardamos anécdotas inolvidables. Su perspicacia, la capacidad de trabajo y los conocimientos de derecho mercantil resultaron decisivos. Unos meses antes, colaboramos en un juicio de resonancia mediática en la ciudad, sobre al traspaso de las acciones del equipo de fútbol de la ciudad.

En la foto tomada por José Antonio Gutiérrez en la terraza del hotel Xauen, convocamos en rueda de prensa a los medios de comunicación para comentar la sentencia; ahora ha resultado ser una foto premonitoria de la eternidad, con la Catedral (en donde asistía con frecuencia), la Merced y el cielo nublado de Jabalcuz. También tuvimos un trato cercano en las elecciones municipales de la ciudad jienense en 2003. Veintisiete entusiastas profesionales y amigos irrumpimos ante el bipartidismo capitalino, lo que provocó suspicacias y revuelo social, con una lista inédita para defender un proyecto político nuevo. La muerte de Pablo supone una llamada personal para prepararnos a esta citación, que no tardará mucho. Experimenté su corazón grande, con el que siempre perdonó a los demás. Se desvivía por su familia y como abogado asumía los problemas de los clientes. Era tal la intensidad de su compromiso y trabajo, las tensiones y los problemas que compartía, que un infarto de corazón puso el punto y final.

Le echaremos de menos, pero a partir de ahora la comunión espiritual nos mantendrá más unidos; estos días he mantenido las conversaciones de antaño. Su vida normal y ejemplar sirve de modelo para imitarle en realizar con perfección el trabajo. La entrega incondicional a su mujer, hijos y nietos, a los que quería con pasión, lo aprendió del Maestro abrazado a la Cruz. Pablo, muchas gracias por tu amistad eterna, porque has sabido aplicar el espíritu del Albayzín.     

Diario Ideal 08/07/2022