Los resultados de las elecciones autonómicas nos han dejado un preocupante escenario político, en referencia a la indisoluble unidad de la Nación española, tal y como establece el artículo 2 de nuestra Constitución. Se ha producido la combinación de una serie de circunstancias políticas y sociales -hasta ahora inéditas, aunque estaban incubándose- para que los partidos nacionalistas y separatistas, especialmente la marca política de ETA, hayan desbancado a los partidos constitucionalistas, logrando representación en casi las dos terceras partes la Cámara de Vitoria. Si se ha llegado a esta lamentable situación, ha sido por la errática y desleal política identitaria que Zapatero lideró e impulsó durante su presidencia, con las negociaciones de la banda terrorista, su legalización y acceso a las instituciones, y consiguiendo del Tribunal Constitucional una sentencia ignominiosa que pasará a los anales de la desvergüenza y la politización de la justicia. Y es que el partido socialista está demostrando ser heredero del discurso ideológico de su ex presidente, y de sus ensayos de brujo como que “España es una Nación discutida y discutible”, pretendiendo ser más nacionalista que los propios independentistas. Por lo que el descalabro electoral de los socialistas no se ha dejado esperar, sumidos en su mayor crisis política, ante la incoherencia de sus postulados nacionalistas. Tampoco han sido capaces de amortiguar y combatir la deriva secesionista los populares, que han obtenido uno de sus peores resultados en el País Vasco, con una política light y acomplejada que dista mucho de la de Mayor Oreja, San Gil, o Iturgáiz, condescendiendo en las políticas penitenciarias, y aceptando en el fondo implícitamente la ruta trazada por el anterior Gobierno, aunque sólo exhiban la victoria de Galicia. En definitiva, la grave situación por la que atraviesa la sociedad vasca –enferma sobre todo de falta de libertad- acrecentada progresivamente durante más de tres décadas con la constante inoculación de separatismo y odio a España en las ikastolas y desde las instituciones -un remake de Cataluña- ha de alertar de una vez por todas la responsabilidad de los dos partidos constitucionalistas, y así lograrían el reconocimiento de su electorado.
Javier Pereda Pereda.-