Después del incontestable batacazo electoral del partido que, a la vez, continúa siendo el más votado en las recientes elecciones autonómicas y locales, su presidente traslada a la opinión pública el mensaje de que está “muy cómodo y tranquilo” (Rajoy dixit).
Pese a que esta formación política ha perdido más de dos millones y medio de votos, la autocrítica y el análisis que se ha realizado en el seno de su Comité Ejecutivo se ha limitado a constatar que estos resultados entran dentro de los parámetros normales del desgaste de la acción de gobierno, para, acto seguido, insistir en su única preocupación: la mejora de la economía y de la comunicación.
No sabemos si la comodidad y tranquilidad de la que hace gala el presidente del Gobierno obedece al informe interno de su conocido y mentado sociólogo de cabecera, a punto de jubilarse, que antes de celebrarse estos comicios le daba un sorprendente consejo a su cliente: les interesaba perder tanto las elecciones andaluzas como las del pasado domingo. De esta forma, el partido socialista se vería tentado y abocado a pactar con Podemos, con tal de alcanzar el poder y echar a su principal adversario político, pero los resultados electorales de este pacto envenenado serían nefastos porque provocarían la desafección y rechazo en sus correligionarios socialistas, al consumarse acuerdos con el partido populista bolivariano.
Ese escenario sería el más propicio –concluye el asesor demoscópico– para que aumente la intención de voto del actual partido del Gobierno y, en consecuencia, volvería a ganar las próximas elecciones generales.
Esta situación me trae a la memoria la fábula infantil que en el siglo diecinueve compuso el escritor danés Andersen “El rey desnudo”, que, a su vez, está basado en los cuentos ejemplarizantes de la historia medieval española, reflejada en “El conde Lucanor” del infante don Juan Manuel. La historia es la de un rey muy preocupado por su vestuario. Un día escuchó a dos charlatanes, sin saber que lo eran, decir que podían fabricar la tela más suave y delicada que se pudiera imaginar. Esta prenda tenía la cualidad de que era invisible para los estúpidos. Ni que decir tiene que se trataba de dos pícaros que se dedicaban a engañar a la gente. Toda la ciudad estaba expectante para ver el fabuloso traje del rey y, sobre todo, para comprobar lo estúpidos que eran quienes no lograran ver la prenda. Los dos estafadores hicieron como que vestían al rey y éste, temeroso de que se le tachara de estúpido, no reconoció su desnudez y procedió al desfile. Todos alababan el magnífico traje del rey, para que nadie pudiera tacharlos de tontos. De repente un niño dijo: “¡Pero si va desnudo!”. Entonces empezó el gentío a cuchichear esta frase, hasta que la multitud la secundó y dejó de engañarse, porque el rey, en efecto, iba desnudo.
Así es como el establishment del poder constituido –políticos, sociólogos y medios de comunicación afines– pretenden hacernos pasar por estúpidos y que veamos lo invisible: que el centro-derecha español está estupendo (la lista más votada). Pero la realidad es muy distinta: ¡Rajoy va desnudo!, de derrota en derrota (europeas y andaluzas) hasta la derrota final (las generales).
Menos mal que, en este caso, el engaño ha durado poco tiempo y después del paripé de la búlgara reunión poselectoral se ha roto el dontancredista consenso por quien nada tiene que perder ni pedir, y algunos han hecho un increíble e inusitado ejercicio de responsabilidad y de democracia interna. En esta ocasión –ahora o nunca– hasta cuatro barones regionales anuncian su retirada y le señalan el mismo camino a Rajoy, ante su política carente de liderazgo, centrada únicamente en la economía, al haber renunciado y traicionado los valores y principios fundacionales, siendo esta traición la causante de la debacle electoral.
Así pues, Rajoy se tendrá que “mirar al espejo” y, sobre todo, habrá que “refundar sin límites” este partido, al que él ha hecho irreconocible desde el Congreso de Valencia; y mira que se lo ha advertido, pero con poco éxito, quien lo nombró a dedo. Y es que está en juego el futuro del centro-derecha y del proyecto nacional que éste representa.