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Abogada nuestra

Durante este mes queda más patente, si cabe, la universal y ferviente piedad popular mariana en todos y cada uno de los rincones del mundo. No deja de ser admirable e impresionante –digno de un estudio sociológico- la profunda veneración que se le rinde a Nuestra Señora, con multitudinarias peregrinaciones, a sus distintas advocaciones: Guadalupe en México, Fátima en Portugal, Lourdes en Francia, Luján en Argentina, Loreto en Italia, Medjugorje en Bosnia, Aparecida en Brasil, Czestochowa en Polonia, Paz en Costa de Marfil o la Inmaculada Concepción en Estados Unidos, por citar sólo algunos países.

Todavía recordamos, hace poco más de una década, cuando el ahora san Juan Pablo II se despedía en la plaza de Colón de Madrid con aquél: “¡Hasta siempre España! ¡Hasta siempre, tierra de María!”. Y es que no hay una sola ciudad o pueblo en el que falte un santuario o una ermita presidido por su Patrona, a la que bajo su amparo los hombres depositan sus intenciones y preocupaciones. Así ocurre con la Virgen del Pilar, la Almudena, la Merced, Begoña, la Cabeza, el Rocío, Covadonga, Torreciudad, la Candelaria o los Desamparados (…).

Esta religiosidad adquiere unos matices y una idiosincrasia especial en nuestro entorno más próximo, porque Andalucía es, sobre todo, tierra de María Santísima. Sólo hace falta hacer un breve recorrido por las capitales andaluzas para comprobar el cariño que se le dispensa –hasta el punto de otorgarle honoríficamente el mayor título que se puede conceder, como alcaldesa o capitana general, con fajín y bastón de mando-, en Jaén la Virgen de la Capilla, en Sevilla Nuestra Señora de los Reyes –“per me reges regnant”-, en Granada las Angustias, en Málaga la Victoria, en Almería la Virgen del Mar, en Córdoba la Fuensanta, y en Huelva y Cádiz la Virgen de la Cinta y del Rosario, respectivamente.

Es natural que brote un inmenso agradecimiento hacia quien es Abogada nuestra –quizá por deformación profesional me lleva a reparar de forma especial en este atributo-, porque cada vez los hombres, con independencia de sus creencias, no sentimos más indefensos e indigentes, y sabemos que al acudir confiadamente a Ella -la mejor intercesora ante Dios, la Omnipotencia Suplicante, como ocurriera en las bodas de Caná-, al ser nuestra Madre nos concede lo que le pedimos: “Jamás se ha oído decir que ninguno que ha acudido a su protección haya sido desamparado”.

Aún tratándose de una criatura singular -aceptó ser la Madre de Dios-, la “llena de gracia” fue dotada de todos los dones. De ahí que con la festividad de hoy, la Asunción –uno de los cuatro dogmas que la Iglesia proclama junto con su Maternidad divina, Virginidad e Inmaculada Concepción- se constata que al estar inmune del pecado original –que lleva aparejado la muerte-, fue elevada en cuerpo y alma al cielo, y enaltecida como Reina del universo. Su misión correndentora se manifiesta al estar junto a su Hijo en la Cruz, y como relata el libro inspirado y profético del Apocalipsis de san Juan, cargado de simbolismo, coopera en la victoria de Cristo sobre las fuerzas del mal: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer (María) vestida de sol, la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Apareció entonces otra señal: un enorme dragón rojo (el mal) que se puso delante de la mujer, que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera. Y se entabló un gran combate en el cielo (…) lucharon el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron, ni hubo ya para ellos un lugar en el cielo. El dragón se enfureció contra la mujer y se marchó a hacer la guerra al resto de su descendencia, a aquellos que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús”.

Esta lucha diaria que libramos para vencer el mal, cobra plena actualidad, y bajo su intercesión  –“Auxilium Christianorum”- nos ayuda “ahora y en la hora de nuestra muerte”. De ahí la importancia de invocar su protección a través de la oración que más le agrada, como ha manifestado en sus apariciones, la del santo Rosario -arma poderosa- ante los apasionantes retos personales y sociales que se nos presentan en esta guerra de paz.