Intolerancia laicista

Ha sido llamativo el reportaje gráfico del rotativo estadounidense The New York Times,   sobre el municipio jiennense de Jódar, por una pretendida situación de hambruna, con el natural descontento de los galdurienses. Pero como no sólo de pan vive el hombre, las ideas o creencias también le son esenciales. Aunque el adagio latino es “primum vivere deinde philosophari”, y no le falta razón, no lo es menos que para vivir se precisa una filosofía, un sentido de la vida, aunque ésta pueda ser muy diversa. En cualquier caso, la tolerancia, el respeto por los pensamientos y acciones de otros cuando resultan opuestos o distintos a los propios, nos invita a admitir la libertad de los demás, reconduciendo al dictador que todos llevamos dentro, a convencer sin vencer, porque como dijera el poeta sevillano que impartió docencia en Baeza: “¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”. Un gran defecto que tenemos los españoles, entre otros, es el de ser anti-algo, ya sea anticatólico, español, socialista, madridista, barcelonista o fumador. Son muy pocos los que saben respetar a las personas aunque no compartan sus ideas. Vienen a colación estas consideraciones con motivo de la toma de posesión del presidente de la Comunidad de Madrid que, en su discurso inaugural, dijo: «Le pido a Dios que me ayude y me ilumine por el bien de todos». En mala hora se le ocurrió proferir esta expresión. Porque el líder de la oposición, con marcado acento de rancio laicismo le criticó financiar «colegios religiosos integristas» y le dijo que «pida a los representantes de Dios» que paguen el IBI en la Comunidad de Madrid. En fin, habría que responder a este político que incluso muchos de su partido creen en Dios, con lo que no está respetando sus ideas; que los colegios que tienen un ideario cristiano, musulmán o judío, no son integristas, salvo que sean terroristas, que no es el caso; y, finalmente, lo del IBI hay que remontarse al Concordato que se firmó hace más de treinta años por el mismo partido de quién hace estas descabelladas acusaciones. Con estos hechos queda patente el descomunal déficit en tolerancia y libertad religiosa,  más importante todavía, si cabe, que el económico.

 

Javier Pereda Pereda.-

 

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