Echarlos

A los políticos habría que decirles lo que el actor y director Clint Eastwood espetaba recientemente a un candidato durante la campaña electoral norteamericana: “El país es nuestro, los políticos son nuestros empleados, y cuando alguien no hace su trabajo, hay que echarlo”. Cada vez es más necesario que nunca tener sensibilidad por la regeneración democrática, porque aquí los políticos se sienten propietarios del cargo, como si lo hubieran ganado en unas oposiciones; manifiestan una fuerza irresistible a permanecer en el poder imponiendo una especie de gabela vitalicia al administrado. Si observamos el panorama social nos encontrarnos con políticos, de uno y otro signo, que llevan más de treinta años en la actividad pública, y la temporalidad –que debería ser la norma- es una excepción, quizá porque no tendrían otro trabajo. Este fenómeno se observa más claramente cuando los candidatos no consiguen revalidar los mismos o superiores resultados respecto a anteriores elecciones, pero se sienten legitimados a autoproclamarse imprescindibles: siempre hay alguna causa o justificación que les lleva a aferrarse a la poltrona. Tal vez lo más llamativo y escandaloso es cuando incurren en responsabilidades políticas, y no digamos nada si son penales, entonces la resistencia se hace más fuerte para abandonar las moquetas, coches oficiales, y otras canonjías y sinecuras, cuando en ocasiones debieran dimitir aunque sólo fuera por higiene democrática. De todo esto tenemos ejemplos muy recientes, y de ahí que no sea de extrañar que los políticos constituyan la tercera preocupación de los españoles. Porque da lo mismo que pierdan doce escaños en unas elecciones o que se les impute por llevarse el tres por ciento en mordidas, convolutos y comisiones; que arruinen a Cajas de Ahorros y con ellas pongan en peligro todo el sistema financiero; que nos hayan llevado al precipicio de los seis millones de desempleados o que dilapiden los recursos con el gasto de un tranvía ruinoso… Ellos tienen las riendas del poder, y con él, el blindaje ante jueces y fiscales. Siguen siendo los autores impunes de delitos de cuello blanco. Y es que hasta que no se instaure la cultura de que sólo son nuestros empleados, seguiremos sin poder echarlos.

Javier Pereda Pereda.

 

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